TRIBUNA ALTA: «EN EL PUNTO DE MIRA», POR PABLO DOMÍNGUEZ.
Nueve jornadas sin ganar son demasiadas. Los números pesan: el conjunto menos goleador de la categoría necesita cambios que mejoren la dinámica urgentemente. Quique Pina se está ahogando en sus propias palabras al comienzo de temporada donde auguraba un fantástico ejercicio en Primera División, insinuando que los suyos serían el equipo revelación del año. De ello sólo se pueden rescatar cuatro jornadas, las primeras; un solemne espejismo que nos hizo soñar a todos. Señor presidente, es esclavo de sus palabras.
Prácticamente en el ecuador de la competición el Granada se aboca al abismo. Urgen puntos que suturen la hemorragia de un plantel en coma. Sin un guión definido, incapacitado de cara a portería, con una defensa que hace aguas e incluso con un Roberto inseguro. Todo fruto de la inquietud que parece haberse instaurado en el vestuario rojiblanco. La imagen se deteriora a marchas forzadas con el paso de las jornadas. Navegamos a la deriva.
No haber ganado a un Almería que se supo inferior en Los Cármenes ya debería haber puesto a Caparrós con medio pie fuera del barco nazarí. Si no se suman victorias ante rivales directos, ¿pretendemos ganar a rivales rondando puestos UEFA? El bloque se descompone. Una goleada como la de ayer en Sevilla agranda la herida y hace que escueza todavía más. Es intolerable que un entrenador de esta talla sea incapaz de construir un bloque férreo, que es ni más ni menos para lo que se le firmó. Pero claro, lo que más parece escocer a Quique Pina no es la ilusión de su hinchada -a la que tanto critica cuando no se abona al club- ni el bienestar deportivo de su entidad, sino el matrimonio contractual con el utrerano.
Comienza a tomar cuerpo la idea de que el Granada es una empresa a la que únicamente le importa lucrarse. Lo paradójico es que si no está en la élite, los ingresos bajarán considerablemente. ¿Realmente renta mantener en el banquillo a un hombre cuya propuesta ha demostrado no estar a la altura? En verano, a vueltas con los nombres para el banquillo; sonaron Jémez, Laudrup o Mel entre otros, para luego firmar a Caparrós. Incongruente. Por cierto, de éste último no se habla muy bien entre aficionados del Levante por razones económicas, justo el que parece ser el actual problema.
Anquela, Lucas Alcaraz, Fabri o Abel Resino, con estos resultados probablemente ya hubieran sido destituidos. La afición se ha cansado y el «Caparrós vete ya» es seguramente tan inevitable como inminente. Con Pepe Mel aún sin equipo, sería probablemente la hora de tomar decisiones. No se ven mimbres de mejora, ni se atisba un horizonte feliz. No al menos por estos derroteros. Los del sevillano se consumen en sus propias ascuas tras su fulgor inicial. Echar más leña al fuego, a estas alturas, sería inútil. La llama del buen fútbol se apaga y su calor es imperceptible. Lo que no ha cuajado en varios meses, difícilmente lo hará ya.
El respetable Joaquín Caparrós se encuentra en el punto de mira de una afición que está esperando; bien una reacción o bien el desastre del juicio final. En última instancia es el soberano quien dicta sentencia, y éste, rara vez se equivoca. Llega el Córdoba en Copa del Rey. El Granada es especialista en resucitar muertos y los de Dukic aún no saben lo que es ganar… ¿pondrán la puntilla en Los Cármenes? Apuesten por un dos en sus quinielas. Con la actual dinámica es muy probable que los blanquiverdes degusten el caviar de la victoria el templo nazarí.
Ojalá no sea así, nada nos agradaría más.